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Actualizada al    14 de Diciembre de 2010

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§                                                                               PACTO ENTRE CABALLEROS

       

              

 SONETO FIN DE GIRA

Farewell o los sollozos

¿Dos muertos vivos? ¡Qué chollo!
–dijo el plumilla insolvente–
para rimar con la gente
nos faltó rifar un pollo.

entre Jimena y Lucía,
entre Señora y Ruido,
buenas noches, bienvenidos,
hoy puede ser un gran día.

Razones no le faltaban
ni listos de baba al son
que jura que esto se acaba,
no me mates, corazón.

Adiós a las emociones,
el sudor, los camerinos,
el dandy con lamparones,
el alma con intestinos

y el tremolar de banderas
pendencieras, azulgranas,
berberiscas, colchoneras,
bosteras, republicanas.


Es hora de celebrar
el éxtasis compartido
sin cederle un alamar
al cobrador del olvido.

Entre mi primo y su cuate,
de polizón, en la gira,
por menos de una mentira,
se coló don disparate.

El caso es que, tan felices,
a la hora del balance
fuimos, que, hartos de perdices,
dímosle a la caza alcance.

Buenos Aires, buen lugar
para decir hasta luego,
la batalla de los egos
empató sin debutar.



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  SERRAT CANCION A CANCION

Qué mujeres inspiraron canciones como “Lucía”, “Como un gorrión” o “Tu nombre me sabe a hierba”.  Qué autor argentino creó la base de “Esos locos bajitos”. Cuántas versiones y modificaciones tuvo, hasta nacer como la conocemos, “Mediterráneo”. En qué curiosas circunstancias fue compuesta la música de “La Saeta”, de Antonio Machado.¿ Alguien imaginó que Serrat incluyó en una de sus canciones su número de teléfono personal, como despecho ante un amor perdido?

 

En 496 páginas, el poeta gaditano Luis García Gil propone un viaje por  más de 400 canciones a través de un autor versionado en distintos países del mundo. Un recorrido único que une a personajes tan distintos como Aníbal Troilo, Milan Kundera, Atahualpa Yupanqui, Jacques Brel o Georges Brassens. Y las pistas acerca de un trabajo nunca antes editado sobre Ramón del Valle Inclán.

 

“Serrat canción a canción” recorre los cuentos inéditos de Serrat, su excepcional obra radiofónica: “La Radio con Botas”, y ahonda en su faceta de narrador de cuentos infantiles. Del libro se desprende su modo de trabajar a solas y su manera de organizar a sus colaboradores –entre anécdotas de férrea disciplina y sucesos desopilantes-.  También la accidentada creación “telefónica” del álbum con Mario Benedetti y los testimonios de Alberto Cortez sobre la creación de Miguel Hernández.

 

La política, el bilingüismo, América, las claves ocultas de una historia familiar y afectiva reflejada en una obra formidable.

Luis García Gil muestra con una prosa entretenida y amigable las caras menos conocidas de Serrat y su obra.

 

Dijo Joan Manuel Serrat: “A Luis toda mi gratitud a todo el tiempo y el cariño empleado en desmenuzar estas canciones que sin duda son también suyas".

 

"Labor de hormiguita sensible, de acarreo de materiales, de sacar de pequeños detalles grandes conclusiones sobre la dimensión de Serrat como poeta y músico, ha culminado en una gran obra", Juan Pablo Yaniz (ABC).

 

"Luis García Gil ha sido un devoto de Joan Manuel Serrat desde su más temprana infancia. Sus discos, sus entrevistas, los muchos libros que se han escrito sobre el Noi del Poble Sec, fueron amontonándose a lo largo de los años en los archivos del seguidor gaditano. No obstante, faltaba un Serrat por escribir: el que, más allá de los apuntes biográficos ha ido haciéndose una nota tras otra, estribillo tras estribillo. García Gil se puso manos a la obra y el resultado es un monumental estudio." Alejandro Luque (EL PAÍS).

 

Me duermo en el diván, mientras pasan las páginas verso a verso. Cuando despierto, "Serrat, canción a canción", está abierto por la página ciento cuarenta y ocho sobre mi pecho. Y agradezco a Joan Manuel haber escrito y cantado la crónica de mi vida y de un país. Y a Luis García Gil, haber sido capaz de realizar esa metódica, inteligente y sensible incursión en la obra del artista para compilar todas las canciones del "Nano". Sin duda, el mejor libro de Serrat que no ha escrito Serrat." Tito Muñoz (LA VANGUARDIA).

 

 

Serrat y Sabina estrecharán lazos en una gira conjunta

 

• Aparecen una antología del cantante de Úbeda y un disco de homenaje al artista catalán
 
NÚRIA MARTORELL
BARCELONA

Les unen muchas cosas. Muchísimas. Del pasado y de un futuro que planean al unísono. Superados los achaques de salud, Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina intercambiarán micrófono y bombín en el Palau Sant Jordi en octubre del 2007. Atrás queda ese otro intento, en junio del 2001, cuando una angina de pecho impidió al artista catalán cantar con su colega de Úbeda en este mismo recinto en un homenaje que, juntos, montaron en memoria del desaparecido Josep Maria Bardagí. El recital que ahora preparan formará parte de una gira por España que empezará en mayo e incluirá también varias ciudades de Latinoamérica.
Además, una coincidencia del destino --y la inminencia de la campaña navideña-- hará que los dos cantautores publiquen este mes sendos trabajos recopilatorios con solo tres días de diferencia.

DIVERSOS ESTILOS
El día 25 es la fecha de lanzamiento de Per al meu amic... Serrat, que reúne 40 canciones interpretadas por autores tan diversos como Maria del Mar Bonet, Moncho, Pascal Comelade, Dyango, Sisa, Miqui Puig, Pau Riba, Nevoa, Sergio Dalma, Tete Montoliu, Los Manolos, Marina Rossell, Antònia Font, Marc Parrot, Peret y Miguel Poveda, entre otros. Y el día 28 se pondrán a la venta dos cajas de lujo, con 18 compactos remasterizados digitalmente, dos DVD y dos libros de 70 páginas y con fotografías inéditas, que la discográfica Sony-BMG (ambos artistas comparten compañía y mánager) anuncia como la antología definitiva de Joaquín Sabina.
La caja está dividida en dos generosos apartados. El primero es Punto... e incluye los siete primeros discos del prolífico autor andaluz publicados entre 1980 y 1990, un doble CD en directo y otro con colaboraciones, homenajes y dúos (desde La Mandrágora hasta Tequila, Fito Páez, Andrés Calamaro, Pi de la Serra, Burning, María Dolores Pradera y Chavela Vargas, entre otros) y un DVD que recoge sus apariciones en TVE desde el comienzo de su carrera (en el programa Si yo fuera presidente de Fernando García Tola) hasta sus interpretaciones más recientes, sumando un total de 42 actuaciones.

UNA VEINTENA DE VIDEOCLIPS
Y la continuación es ...y Seguido, una compilación de los discos que sacó entre 1992 y 2005, reunidos en ocho compactos y otro más que incorpora también homenajes, colaboraciones y dúos de este período (Víctor Manuel, Miguel Ríos, Pablo Milanés, María Jiménez, Ana Belén), un DVD del concierto que ofreció en la plaza de Las Ventas de Madrid durante la gira del 2004, con Esta boca es mía, y otro con 22 videoclips.
Por su parte, Àlex Eslava, director de DiscMedi, resume la filosofía de Per al meu amic... Serrat con dos palabras: "Amistad y admiración". Durante el año que ha necesitado para gestar este triple disco ha podido constatar "la devoción total que los compañeros le profesan".
Eslava destaca la versión pianística que Ricard Miralles ha hecho de Vells amants "sin que Serrat se enterara" (y eso que siguen juntos con la gira de 100 x 100 Serrat) y la reagrupación de Los Manolos que ha propiciado la grabación de Barcelona i jo: "Ahora son solo tres, pero se reunieron los 10 originales más que encantados". En realidad, a Eslava le falta tiempo para resaltar a cada uno de los que han participado.
Este homenaje ha servido, entre otras cosas, para recuperar al olvidado Pere Tàpies, que ha elegido Saps, y para que la hermosa letanía de La tieta se actualice, en boca de Joan Isaac. Y una última curiosidad que agradará al homenajeado: el reciente M“ es tratado por sus compañeros de oficio ya "como un clásico", pues tres de ellos se han fijado en su repertorio: Cremant núvols (Shuarma, ex-Elefantes), Plou al cor (Kitflus y Carles Benavent) y Ja tens l'amor (Sergio Dalma).

 

ADIOS A LA PAGINA DE PACO MARTIN

A partir del 19 de junio, el creador de la página jmserrat.com decidió clausurar la misma.

 

Ya se editó en Argentina el nuevo cd del Nano

 

          MALDITO SERRAT

Como lograste hacerme reír

y llorar y sentir que ya empieza la fiesta

cómo lograste hacerme feliz lejos de mi país que aplasta y apesta.

Cómo lograste en tu voz encender

al poeta de ayer, de tu España quebrada

y dime cómo la propia mujer

que yo quiero se fue detrás de tus palabras.

Maldito Serrat...maldito ladrón...copiaste la idea que tenía yo

justo antes que yo mismo la escribiera.

maldito Serrat...Pero quién pudiera decir:

Ay... amor, sin ti no entiendo el despertar...

Ay ...amor, sin ti mi cama es ancha,

Ay...amor, que me desvela la verdad,

entre tu y yo la soledad y un manojillo de escarcha.

Cómo lograste hacerme sufrir

por Irene y Manuel y el adiós de Lucía.

Cómo lograste mentirme tan bien,

que hasta puedo creer que hoy va a ser un gran día.

Cómo lograste tanta precisión

describiendo a mi pueblo blanco y polvoriento

si el sacristán por ahí no te vio,

ni el cura, ni el cabo, ni el polvo ni el viento.

Maldito Serrat...Maldita canción...

Golpeando a las puertas de este corazón

que estará siempre de par en par esperando,

latiendo a tu ritmo, lo mismo que cuando cantaste:

Ay...Ay utopía...Dulce como el pan nuestro de cada día

Cómo lograste hablar tanto de mi

y los locos que aquí adoramos tu tema.

No hago otra cosa que pensar en ti

cuando quiero escribir y no nace el poema.

Cómo lograste a los tiempos vencer,

con mi padre fue ayer, con mis hijas ahora

que te agradecen por hacernos ver

que de vez en cuando la vida enamora.

Bendito Serrat...Hermano mayor

de todo el que quiera hacer una canción

de verdad, de este tiempo que empuja y arrasa

o de las pequeñas cosas que nos pasan.

Bendito Juglar, no apagues tu voz,

qué hacemos nosotros, los de este rincón

sin oír en tu verso al amigo que abraza,

quién puede seguir y qué va a ser de mi si estás lejos de casa.

                           
Ignacio Copani



ALAMBRES EN EL ALMA


Después de aquellas primeras alambradas hubo tantas otras que a las del comienzo ya casi nadie las recuerda y a las demás ya las absorbió la vida cotidiana. Si me refiero ahora a unas y otras es simplemente, porque no puedo dejar de tener una memoria de esas que se dicen fotográficas. No es que me jacte de ella, al contrario, sé muy bien que el olvido es un amigo leal. Muchos son los que se benefician con su ayuda y le han visto tapar traumas, yerros o palabras dichas inoportunamente cuyos recuerdos, de existir, los aguijonearían a cada momento.
Las primeras alambradas aparecieron tan por azar como las demás, la primera impresión que causaron fue de ridiculez absoluta, no le podíamos imaginar sentido práctico a lo que veíamos. Hasta el periodismo, ni corto ni perezoso, se ocupó de ellas. Se llegó a cronometrar el tiempo para tratar de averiguar cuál de todas esas había sido la primera en ser instalada y hubo miles para competir imposible acertar cuál de todas era la verdadera si todas eran iguales. La posición en que las hallamos el día aquel –pasó tanto tiempo- por lo menos, no nos molestó demasiado. Yo vi varias el primer día. Una cerca de casa, casi apoyada a lo largo de dos metros de pared, delimitada por dos fierros que la mantenían sujeta al piso.
Otra ubicada unos metros mas delante de la parada del colectivo, de haberme mantenido despierto durante el trayecto hasta la oficina seguro que hubiera podido observar algunas más. Pedro igual seguí encontrándolas por todas partes. En calles comunes o peatonales, pasajes o avenidas, en plazas, cines, vagones. Que podrían significar? Se hicieron debates televisivos en los que el gobierno, cómo suele suceder, salió airoso mediante un buen discurso e inteligentes respuestas que dieron por tierra con todas las suspicacias. Las alambradas están y hay que aceptarlas ¿quién es uno para ponerse a cuestionar el comportamiento de los dirigentes, o a las normas de urbanismo, en fin, o a la razón imperante? ¿De qué sino de loco se podría calificar a aquél que quisiera cambiar el sentido del transito, o la altura de los puentes, o el color de los semáforos o buzones? Hay que aguantar, total que si no es para progreso hace rato que las hubieran sacado. El primer día ya dije que no me molestaron, por lo menos a mí. Seguí yendo de mi casa al trabajo y del trabajo a casa como siempre. Sin perder tiempo, sin inconveniente alguno, me desenvolví lo más bien en el trabajo. Algunos llegaron tarde y les echaron la culpa a ellas, pero como recién después de dos días se tuvo conocimiento oficial de la existencia de las alambradas, se les descontaron los minutos que fueran. Recuerdo perfectas las palabras del encargado a un compañero. “Hay que ser precavido Peralta, salir diez, quince minutos antes, y no siempre tarde. Pareciera que usted viene nomás por obligación. Siempre a las corridas, apurado, inventando excusas que ni usted se cree.” Así pasó un tiempo hasta que las alambradas perdieron notoriedad.
Los concursos que se hicieron para tratar de establecer su significado, su utilidad y su destino, perdieron vigencia,, pues nunca se supo el resultado. Estaban donde estaban porque sí y alguna función cumplirían. Nos fuimos acostumbrando tanto que ni le seguimos prestando atención, ni Peralta pudo seguir recurriendo a ellas como último pretexto. Sabíamos su ubicación casi exacta. Y en honor a la verdad, repito, no molestaban casi nada.
La primera edición de una guía de la ciudad dedicada por entero a ellas que viera la luz meses después, pecó de incompleta por la sencilla razón que comenzaron a aparecer mas alambradas. Eran similares a las anteriores, tanto que se confundían con aquellas hasta hacerlas inidentificables unas de otras. Personalmente esta segunda oleada, por así decirle, no me afecto más que en pequeñas molestias muy fáciles de remediar. Por ejemplo la que me cerraba la boca del subte, fue ignorada. Me bastó con bajar por la otra escalera. Las que se me cruzaban cada dos por tres en Florida fueron sorteadas aun más rápido y las que se instalaban en las demás calles, bueno, eso era asunto de los chóferes de taxis y colectivos, era deber de ellos saber evitarlas de la mejor forma, que demostraran su pericia.
Los periodistas volvieron a la carga con sus preguntas y teorías. Se alzaron voces por todas partes. Hasta en el Parlamento se formó una comisión investigadora con el razonable propósito de no llegar a nada. Ya nos habíamos acostumbrado tanto que prestó demasiada atención a las conclusiones de esa comisión que fueron publicadas en boletines. Los más recalcitrantes apuntaban sus dardos a la derecha, los conservadores no se quejaban y el oficialismo se las agarraba contra la izquierda. La iglesia oraba para que imperara la cordura y la central obrera pedía paz, pan y trabajo como era su costumbre.
No era cuestión de ponerse a pensar en quién tenía razón, si es que alguno acertaba a tenerla. Además la radio y la televisión no informaban de otras víctimas que no fueran las originadas por la irresponsabilidad suicida. ¿Quién los mandaba querer sacarlas, querer arrancarlas de donde estaban?. Por suerte –no podía ser de otro modo- el sentido común se impuso en la mayoría. Si algunos alteradores intentaron modificar el orden al que nos habíamos habituado, el brazo armado de la ley les habrá sacado las ganas de continuar haciéndolo.
Se actuó con firmeza, como debía ser. Después de esa segunda oleada vinieron otras más que no me preocupé en numerar. Aunque sí pueda ir diciendo que efectos me fueron causando, por cierto, nada sustanciales.
Ni me importa que estén o no diseminadas por todas partes. Es que el hombre es así, para qué engañarnos. Hemos soportado tantas cosas peores sin que se resintiera nuestra capacidad de resistencia, que el asunto de las alambradas ya nos tiene a todos –o casi todos- sin cuidado. Algunos revoltosos hubo, claro, pero así les fue. Jamás, y podría agregar ni siquiera, obtuvieron eso que se llama eco popular. Aunque actuaron en pequeños grupos siempre estaban solos, mientras que la gente, en lugar de acompañarlos, los señalaba, poniéndolos en evidencia todavía más elocuente. Y no era para menos, en el mejor de los casos podía tratárselos como a enfermos o como a personas confundidas. ¿Qué razón valedera podían tener para acometer cómo lo hacían, contra el orden tan sabiamente impuesto?.
De la noche a la mañana, a pesar que a Carlitos lo escuché decir después que no era culpa de él y que era de imaginar que algo así ocurriera y que no era justo y qué sé yo cuantas sandeces inspiradas por el espíritu juvenil, las tuvimos instaladas en casa. En todas las casas o por lo menos en la gran mayoría, no se vayan a creer que en la mía sola. La primera justo en la puerta de la pieza de él. Silvina, la menor, se las ingeniaba para entrar y salir de costado. Es que es tan menudita que le alcanzaba con encoger el cuerpecito para ir dónde estaba el hermano. Algún raspón se habrá llevado aunque a mí no me dijera nada, ni ella ni la madre, pero, si a ella le gustaba tanto estar cerca de él, no se lo iba a prohibir. Sea como fuere el otro se arriesga aún más. Sale, mejor dicho salía, por la ventana al balcón, pegaba el salto hacia el balcón nuestro y se metía por la ventana, pensar que de chiquito le habíamos enseñado a golpear la puerta antes de entrar, pero ya ni falta que hace. Cuando viene a nuestra habitación, quiero decir venías, era justamente para hablar de las alambradas. No era suficiente que estuvieran instaladas allí mismo, en nuestra propia casa, encima había que hacer de ellas nuestro único tema de conversación, pero por favor!
Si algo estimularon esos gruesos hilos de alambre de púas fue al ejercicio. Pasar del comedor a la cocina o al baño se convirtió en una odisea que, por rutinaria, pronto dejó de serlo. Más de una vez intenté imitar a Carlitos en sus intentos por escalar la alambrada que pretendía impedirnos nuestra llegada al comedor. Así me fue. No mucho mejor que a él, que es más ágil que yo. Al primer corte de la piel, abandoné y le demostré, tanto a él como a los demás, que más vale, maña que fuerza y que nada se consigue mediante el ímpetu al que nos puede arrastrar cualquier apasionamiento. Nos bastó con apilar unos cuantos muebles de un lado y otro del alambre para subir y bajar por ellos. Cierto es que casi rozábamos el cielorraso y que Silvina se pegó más de un porrazo y que a mi mujer la teníamos que ayudar entre todos para pasar de un lado a otro, pero hubiera sido quedarnos de brazos cruzados o como aquellos, entre los que Carlitos una vez se alineó, que sólo pensaban en buscar el modo de destruirlas. Al fin y al cabo, su ardor era justificable, pero me llevó bastante tiempo domesticarlo y sacarle esas ideas de la cabeza, y si no se las saqué del todo por lo menos se cuidó bien de no exponerlas en mi presencia. Eso ya fue bastante.
Una mañana, ni bien sonó el despertador, medio dormido o apenas despierto, para ser más exacto, me di vuelta en la cama para saludar a Cecilia, mi mujer. Nunca hasta ese momento las había sentido tan cerca de las alambradas. Casi me rajo la cara de lado a lado con las púas. Desde el techo hasta el suelo se extendía, dividiendo la cama en dos hemisferios paralelos, simétricos. Esa vez no le vi a mi mujer la cara embadurnada de cremas cosméticas, ni los ruleros. No le vi nada, no la distinguí mas allá del alambre, creí estar en medio de una pesadilla. Después la ducha fría me despertó del todo. Volví vestido a la pieza y entonces sí la vi dormida, con su mascarilla blanca y el pañuelo envolviéndole la cabeza. Sí, era una pesadilla que no se interrumpía al abrir los ojos. Me despedí sin despertarla, me pareció que roncaba.
La aventura se extendía más allá de nuestro departamento. Llegar al ascensor era lo más sensato, en la escalera me habían contado que ya habían descubierto tres alambradas. Los días que había cortes en el suministro de energía eléctrica serían titánicas las bajadas y subidas.
También de repente, de un día para otro, aparecieron en la oficina. Los que supieron ver las cosas con lucidez se dieron cuenta de su instalación completamente fortuita. No separaban a nadie y al mismo tiempo nos dividían a todos. Los empleados no se sintieron afectados, total para la mayoría la cosa pasaba por cumplir el horario y llegar al fin de mes para cobrar el sueldo, lo demás no calentaba. A los que benefició, en parte, fue a los patrones. Podían vigilar todo lo que pasaba, sector por sector y digo en parte porque no les habrá sido grato comprobar que en cada sección se trabaja por inercia, por hábito, sin más estímulo que el paso de las horas.
En los colegios, en las iglesias, en todas partes aparecieron. En casa se puede decir que proliferaron. Ir al baño o secar la ropa en el balcón tomaron las características de hazaña. A Carlitos prácticamente no lo hemos visto más. Nos dijeron –ese es el rumor que se corre- que lo vieron por ahí intentando romper alambradas junto con otros inadaptados. Cómo va a terminar no sé, que no digan después que no lo supe aconsejar. A la nena, en cambio, le es conveniente quedarse con mi mujer, ¿conmigo adónde podría ir?. Sólo me serviría de estorbo, aunque a decir verdad, a ella sí la extraño. Igualmente plata no les va a faltar porque el correo todavía funciona y las cartas, al menos hasta la portería llegan.


Poema Nº 20

PUEDO escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: " La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.



                           
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   Miénteme.    Pasión Vega

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